domingo, 29 de noviembre de 2009

Mensaje en una botella (versión 8)


“La policía encontró el cuerpo tumbado en la bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria cuya existencia sólo era conocida por su propietario y, al menos, dos personas más. Ataúlfo Giráldez era maestro, coleccionista de arte, músico, historiador y bodeguero. Acabó sus últimos días sin que pudiera conocerse el secreto que guardó con tanto afán y que se escondía tras las estancias ocultas de su mansión. Pero (…)”. Tras la noticia en el diario local, una pareja formada por un policía y un periodista, Tomás Alcaide y Martín Villafañez, acudieron a la mansión con el fin de investigar las causas de la misteriosa muerte del maestro Giráldez. Ambos conocían a la víctima en persona e investigaron sobre las causas que llevaron a perpetrar el asesinato y posterior robo. La trama giraba en torno a un vino de la “Ribera del Duero” que atesoraba un sabor inconfundible e inigualable. También contenía muchas de las respuestas que, como su diversidad de olores, emanaban de su botella. Había algo que todo el mundo veía, pero sólo unos pocos podrían percibir. - Enseguida, Martín ¡Tráeme el instrumental! Veo algo. - Pero, ¿por qué en las etiquetas? ¿Qué querría ocultar ahí? ¡No lo entiendo! - Sencillo, que mejor lugar para ocultar algo sin que nadie pudiera percatarse de que esta era una botella especial. - Pero, ¿cómo sabes tú todo eso, Tomás? - También jugaba a los códigos secretos cuando era pequeño y pensar en la manera en que nadie conozca las claves salvo tú mismo es apasionante. A veces, dejar las cosas en el lugar más visible, puede ser una de las cosas más complicadas. Mira, aquí tenemos una prueba. Parece que el asesino no ha encontrado lo que buscaba. - ¿Qué es lo que no ha encontrado? - ¡La botella en cuestión! ¡Las etiquetas no se corresponden! ¿Ves?...Ésta ha sido manipulada hace poco. Es la botella que buscaba el asesino y se encontró con otra. - Sí, pero parece una etiqueta de lo más normal. ¿Ves algo en ella? - La etiqueta es una copia en color de la original, pero parece que hay una pequeña diferencia ¿lo ves? - Me parecen iguales. - Hay un nombre…Le…Lei… ¡Leille! - ¿Qué puede significar? ¿No es el nombre de una princesa? - No, escríbelo y gira la etiqueta. ¿Qué ves? - Es un número,…tres…siete…siete…uno…tres…siete. Este debe de ser el número de algo. - Sí, es la fecha de nacimiento de Don Ataúlfo precedido de un tres y un siete. El maestro nació el tres de enero del treinta y siete. - ¡Claro! ¡Treinta y siete! He visto un cuadro en la biblioteca con ese número, entonces allí es donde está el secreto, ¡No en la bodega! (Ya en la biblioteca) - Pues aquí no veo nada, Martín. - A ver, Ataúlfo, ¿cuántas adivinanzas nos pones? ¿qué es lo siguiente? - Treinta y cuatro, treinta y cinco, treinta y seis, treinta y siete, ¡bingo! (…) tras la investigación, el policía Tomás Alcaide y el que suscribe este artículo lograron desvelar el misterio del asesinato del maestro. También se halló ayer el cuerpo del jardinero, ladrón y asesino, que murió envenenado por la misma botella legendaria que resultó ser una falsa copia. El agente Alcaide, tras descifrar la pista que condujo a uno de los libros de la biblioteca, encontró la entrada a una de las numerosas habitaciones secretas de la mansión que contenía un taller de instrumentos musicales antiguos de valor incalculable. (Crónica por Martín Villafáñez)

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