domingo, 29 de noviembre de 2009

Mensaje en una botella (versión 31)


La policía encontró el cuerpo tumbado en la bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria guardada por noventa y nueve años once meses y veintinueve días.
Aquella bodega, la más grande de Zaragoza, pertenecía a la familia Almenara desde tiempos inmemorables, un siglo antes, el propietario Don Sebastián Almenara, poco antes de morir preparó una botella de especial vino tinto, con un misterioso mensaje en su interior, e hizo jurar a sus hijos que por ningún motivo debía abrirse antes de exactamente cien años, bajo pena de sufrir terribles consecuencias, ellos también se encargarían de hacer cumplir esta obligación a sus descendientes.
En la actualidad, los cuatro hermanos se encargaban del control de la empresa, Carlos, Juan, Alfonso y Pedro, formando un directorio donde las decisiones se tomaban por votación. Todos desempeñaban distintos cargos directivos con mucho empeño, hasta que la crisis financiera mundial empezó a golpearlos, disminuyendo las ganancias y trayendo abajo la armonía fraternal.
Empezó una violenta pugna por el control del negocio, con insultos, recriminaciones y zancadillas que agravaron aún más el estado de la bodega. Pedro el hermano mayor, sintiéndose con derecho natural a dirigirla, tramó un fatídico plan, haría asesinar a sus hermanos. Viajó a Madrid y contrató a un grupo de Sicarios, especificándoles por cien mil euros, que las muertes debían parecer accidentales.
En las siguientes semanas, un auto se precipitó a un abismo de ciento cincuenta metros, con Juan y Alfonso dentro, ocasionándoles la muerte. Carlos el menor de los cuatro, entusiasta practicante de Ala Delta motorizado fue muy fácil de eliminar, cuándo se encontraba volando a mil metros de altura, su equipo fue acribillado por balas de alto calibre, desplomándose a tierra, la violencia de la caída destruyó cualquier prueba incriminatoria posible.
Pedro satisfecho por el éxito de sus planes, y antes de asumir el control total de la bodega, despejaría la duda de la legendaria y misteriosa botella en la bodega, pero faltando solo un día para cumplirse los cien años, él no esperaría honrar una tonta promesa.
Descorchó el vino tinto, aspirando un exquisito buqué, aroma que le hizo prioritario beber una generosa copa, antes de buscar el mensaje en el interior, y no lo hizo hasta terminarse el añejado vino. Algo “movido” por el efecto del alcohol, extrajo de la botella ahora vacía, un papel cuidadosamente enrollado, atado por cintas negras con ribetes dorados.
Al desenrollarlo y leerlo decía:
El hermano mayor a los tres crios ha matado
Los asesinos ya han confesado
Electrocutado el hermano será sepultado.
Con el corazón a punto de estallarle dentro del pecho, lo leyó una vez más, tres veces más, con los ojos desorbitados, le resultaba imposible asimilarlo.
Cogió la botella y la arrojó por la ventana lo mas lejos que pudo, extrajo su encendedor bañado en oro y quemó el mensaje, convirtiéndolo en cenizas, entre fulgurantes llamas, sintiendo quemarle lo más profundo de su conciencia.
A lo lejos la sirena de un coche aumentaba de intensidad, anunciando su aproximación, a Pedro los ojos se le nublaron, su corazón lo traicionó y cayó fulminado por un infarto con los ojos desorbitados.
La sirena se detuvo en la puerta, y al comprobar el conductor un error de dirección, reemprendió su estruendosa marcha alejándose. Pedro nunca supo que su bisabuelo era aficionado a la poesía y que solamente dejaba escondido el texto de una rima de su agrado.

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