sábado, 28 de noviembre de 2009

Mensaje en una botella (versión 44)


La policía encontró el cuerpo tumbado en la bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria.
El Jefe de Investigadores le ordena al más joven de sus colaboradores solicitar al dueño de casa la nómina, buscar cuál es el vino faltante y averiguar su valor.
—Cheval Blanc de 1947 valuado en 8000 dólares —le informa el novato. —Lo suponía —responde el Jefe—. Especie en extinción. Las demás botellas son de vinos jóvenes, finos, pero sin crianza, los llamados “easy to drink”. Ese estaba camuflado, mas quien lo llevó era conocedor. —Pero, matar por un vino… —¿De qué se asombra? Otros lo hacen por menos. Esperemos la opinión del forense aunque para mí, Otto, el mayordomo, murió de exceso de responsabilidad o sea de paro cardíaco, al caer en la cuenta de que había dejado entrar un ladrón. A no ser… —A no ser… —repite el otro. —…que lo conociera bien, que fuera de confianza de los Roswell y por eso le franqueara la puerta. Acá hay un tufillo a venganza o… despecho, ¿pero contra quién? —¿No será la humedad lo que huele? —ante la mirada grave de su superior, continúa— Cuando ellos regresaron hoy de Europa, el pobre viejo ya tenía rigor mortis. —Lo sé. A propósito, anúncieles que voy a interrogarlos. —Yo ya lo hice —presume el joven. —Anúncieles. —Sí, señor. Vinieron para recibir al sobrino que llegará mañana del África. —Salvo… que se les haya adelantado, como usted a mí. —Sí, señor. En eso, llega Smith, otro investigador, diciendo: —¿Saben a nombre de quién se vendió ese vino raro en una subasta de Nueva York? —¿Del sobrino que regresará mañana del África? —interroga el más joven. —¡Exacto! Pero no utilizó su nombre sino el seudónimo que usa en sus libros —aclara Smith. —¡Quizá escribiendo, no solventa sus gastos! —reflexiona el otro. —O busca publicidad para su última novela de náufragos: “Mensaje en una botella”. —¡¿No me diga, Jefe, que también sabe de literatura?! —Existe un riesgo en la venta de vinos antiguos. Se trata de una pasión selecta y como son escasos, se detectan pronto —dice Smith. —Más riesgo hay en la compra —retruca el Jefe—. Nunca se tiene certeza de cómo fue almacenado. Puede ser imbebible.
Más tarde, el Jefe decide echar otro vistazo a la bodega pues le confirman que el sobrino realmente viene embarcado. Ahí, en el quicio de la puerta, ve un pequeño aro con una piedra bien facetada y consulta a la Sra. Roswell.
—Un par de zafiros como este le regalé a Silvia, mi ex secretaria, que luego se enredó con mi sobrino e incluso, le ayudó a transcribir sus textos —responde la dama. —Permítame revisar la habitación de Otto, señora. —Adelante, nadie ha tocado sus cosas aún.
Allí, en cajones prolijos, encuentra cartas de mujer. Las firma tu querida Marlene, y en su última, de hace siete años, anuncia que su hija lo visitará esperando que él la ayude a conseguir trabajo.
Horas después, el Jefe comenta con su discípulo que al aparecer en el domicilio de Silvia con el pendiente en la mano, ella comenzó a trastabillar en sus argumentos. Dijo Yo no maté a mi padre, admitiendo que lo había visto caer y que lo abandonó como hizo él cuando ella era pequeña. Después, mandó la botella a la subasta con el seudónimo de quien también la abandonara y el número de una cuenta bancaria. —Cuando concluyó su confesión, pensé en mi hija y todos estos años de alejamiento. Creo que su recuerdo comenzó a pesar sobre mí como un fardo que cargaré cada jornada.

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