domingo, 29 de noviembre de 2009

Mensaje en una botella (versión 26)


La policía encontró el cuerpo tumbado en la bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria. La desaparecida botella sería subastada esa misma tarde y aunque, ningún agente de la ley habría podido imaginar como móvil de un asesinato una botella de vino, estaba claro el motivo de este crimen.
- Inspector.
- Ahora no, Sánchez.- respondió con su habitual mal humor Castilla.
- Es importante, créame.
Castilla levantó la mirada con pesadez pero no hizo ademán de moverse.
- ¿Es que no piensa acercarse, agente?
- La víctima ha sido identificada.- dijo haciendo caso omiso de la sorna del inspector.- Por tanto…
- Por tanto, podemos dejar de llamarlo víctima y hacerlo por su nombre. Ilumíneme.
- He contrastado que Manuel Hierba no formaba parte del concurso que esta semana se encontraban trabajando en la cata de vino.
- ¿Me está diciendo que este hombre era un polizón?
- Exactamente, no hay motivo para su presencia aquí. La bodega se mantiene cerrada día y noche, y la única forma de acceder, es saludar a los gorilas que custodian la entrada, sonreírle a una cámara de seguridad e introducir la huella digital en un lector instalado en la puerta blindada.
- No acostumbro a hacer preguntas estúpidas, pero, ¿ha comprobado usted las grabaciones?
- Por supuesto, en tres ocasiones desde que averigüé que el fallecido es hermano del mayor accionista de la bodega.

El inspector Castilla adoraba los casos difíciles, y éste era para él uno de los retos más apasionantes con el que su profesión le había dado el gusto de topar.
Una sonrisa le iluminó el rostro y la seguridad de que iba a resolver el misterio se reflejó en sus ojos ambarinos.

- Querida, ponte en contacto con el señor Ismael Hierba y tráelo a mi despacho cuanto antes.
- ¿Y qué más ha querido usted decir pero ha olvidado?
- Por favor, Olivia.- contestó Castilla a su regordeta secretaría.

El inspector entró en su despacho, cerró la puerta y abrió su mejor botella de vino. “El vino como atractivo turístico, como manjar en un banquete, como amigo del triste y, en este caso, como revulsivo económico, ¿verdad, Hierba?”, pensó Castilla mientras degustaba un tinto.
Aunque nunca compartía sus opiniones con sus compañeros de trabajo, lo cierto es que ya tenía medio resuelto el misterio de la botella de vino que todos querían y que nadie podía pagar, ni siquiera el hermano de la víctima. Sólo necesitaba hablar con Ismael Hierba.

- Adelante.
Hierba se sentó frente al escritorio del inspector sin pronunciar palabra.
- Antes que lo olvide, que como ya le deben haber dicho, los modales no son lo mío, le doy mi más sincero pésame.
- Gracias.
- Y en segundo lugar, queda usted detenido por robo.

Hierba rió.

- Como oye, usted utilizó el cuerpo de su difunto hermano para despistar a la policía y centrar la atención en un supuesto asesinato, pero Manuel no fue asesinado sino que sufrió un ataque al corazón. Usted introdujo el cuerpo con un lote de vinos que dona cada mes a la bodega y esperó a que lo abriesen para descubrir el cuerpo, coincidiendo con la desaparición de una botella que nunca había estado allí.
- Esa maldita botella limpiaría mis cuentas y sanearía mi empresa.
- Déjeme explicarme. La botella nunca estuvo allí, una botella falsa ocupó su lugar todo ese tiempo.
- No diré nada más.
- No es necesario, lo sé todo. Usted fingió el robo de la botella falsa y vendió la original. Bonito plan, y ahora acompáñeme, por favor.
La botella no fue encontrada, alguien la habría disfrutado ya. , se dijo Castilla.

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