domingo, 29 de noviembre de 2009

Mensaje en una botella (versión 10)


La policía encontró el cuerpo tumbado en una bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria…
Fue un asesinato. Fernando, un multimillonario, fue víctima del asesino de su mujer. A Lourdes le mató cinco años antes Fabián, recluido desde entonces en un psiquiátrico. Sus abogados alegaron locura temporal ocasionada por los celos, aunque no quedó clara su argumentación ¿Celos de la mujer? ¿Del hombre? La policía le ha detenido porque el día de autos se escapó y en una cata profesional de vinos encontró “casualmente” a Fernando. Luego, los agentes reunieron pruebas que le situaban en la escena del crimen. Cómo pudo el empresario llevar a Fabián a su bodega era un misterio a desvelar, había matado a su esposa y sin embargo…
Nadie conoce la verdad de esa muerte, nadie excepto ellos. Fernando fue quien, en su día, urdió la estratagema y sembró en la mente de Fabián halagos homicidas para que fructificase la enajenación de una noche ciega. Prometió a Fabián algo más que complicidad, poder y riquezas por matar a su esposa Lourdes. Consumado el crimen le pidió tiempo para sacarle del atolladero, y Fabián le creyó eludiendo involucrarle. Ahora, muerto Fernando, se enfrenta a la cara y cruz de la moneda que, como un suicida dudoso, lanza al aire impalpable. Le interrogan.
—Usted se escapó del manicomio y fue a una cata de vinos a la que asistía Fernando. ¿Sabía que le iba a encontrar allí? —pregunta el policía.
—Escogí el destierro de la fuga para descubrir en aquel camino la senda firme. Fernando nunca supo que los mejores vinos son aromáticos y complejos —respondió Fabián sonriente.
—Aceptó la invitación para visitar su bodega y… le mató. Premeditación…
—No hubiera descubierto a tiempo lo que significa la edad, aprender a ser viejo… le hice un gran favor. Nunca supo percibir el tono cobrizo en el envejecimiento del vino…
— ¿Cuánto bebió usted aquella noche?
—Dígame… ¿Cómo se puede ignorar la propuesta sonora de la fuente poseída por los aromas de un jardín?... Fernando no sabía que la cata de un vino es más arte que ciencia, una apreciación poética para transmitir una impresión fugaz.
El interrogador piensa que, como los personajes de novela, los seres humanos tienen que urdir estrategias, a veces absurdas, para poder sobrevivir; aquel hombre exhibe su verdad desnuda sabiendo que no escandaliza porque todos la conocen.
— ¿Discutieron?
—No me dejó otra opción, o acaso me puede usted explicar cómo una persona puede ir por delante de las bestias ¡Fernando desconocía el análisis del corcho! Flexibilidad… aroma… sólo olor a corcho ligeramente envinado…
— ¿Sedó usted a Fernando?
—En mi vaso había vino amargo en años estancado, y él quiso saciarse en mi copa de locura… Creo que le enseñé a apreciar los aromas y sensaciones que persisten en la boca al saborear el vino… Fernando siempre se había limitado a beberlo y pagarlo.
—Usted mató a Lourdes ¿Qué le indujo a matar también a Fernando?
—Simplemente, pensé que si cerraba sus ojos podría apreciar la situación con mayor nitidez…
El policía medita unos instantes. Cuando el paciente se ha liberado de la depresión y la ansiedad, el psicoanálisis se cuelga la medalla del éxito. Mientras, las sinapsis cerebrales se mantienen en la frontera de la sedición y, cuando se rebelan, se precipitan los acontecimientos. Perseguir la certeza en un mundo en el que sólo existe la persuasión…
— ¿Sólo por eso? —insiste el interrogador.
—… Chateau Petrus... Dijo que me tenía guardada una botella de… Chateau Petrus… ¿Y para quien tenía reservada en su bodega una Chateau Lafitte?… ¡Una botella legendaria!… ¡Cincuenta veces mejor y de más valor que aquella!... ¿Y usted, señor agente, me pregunta porqué le maté?...

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