domingo, 29 de noviembre de 2009

Mensaje en una botella (versión 36)


La policía encontró el cuerpo tumbado en la bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria...
El sol estaba en lo alto, cuando alguien se atrevió a romper el largo e incomodo silencio que se había hecho.
- ¿Quién es? – susurró Mike.
Nadie respondió.
Mire a la pobre muchacha, derrumbada en el suelo y tome su pulso, quizás, con la esperanza de que estuviera viva.
El silencio volvió, y cada uno hizo su trabajo sin romperlo. Cerré sus párpados con cuidado y me limité a observarla, mirando pero sin ver.
- ¿Qué se han llevado?- preguntó Mike a mis espaldas.
- Una botella de vino – contestó alguien.
- ¿Vino?
Esperé respuesta a las incrédulas palabras de Mike.
- Jerez –musité.
- ¿Qué?- Mike me prestó atención.
- Era una botella de Jerez- repetí.
- ¿Quién mataría por vino?
Pero ya no le escuchaba, ¿Cómo podía haberlo olvidado?
- No es un Jerez cualquiera- negué.
- Eso no justifica...
-Déjale hablar-intervino Charlie por primera vez
Ahora todos me miraban
- Esa botella de Jerez, es una de las más valoradas del mundo, es legendaria. Perteneció a la bodega personal de Napoleón – hice una pausa- el señor O´donell debió comprarla en alguna subasta.
El silencio volvió a inundar el aire .Todos estaban de acuerdo, el señor O´donell era uno de los personajes más ricos de Inglaterra y su mayor pasión era el vino.
Oímos pasos en las escaleras, y un grito desgarrador cubrió cada recodo de la habitación.
Nadie necesitaba volverse para saber de donde procedía. Era la clase de agonía, que ni siquiera el mayor de los dolores puede causar.
Me aparte de la niña como si estuviera mancillando su cuerpo, y dejé que la señora O´donell se abalanzara sobre ella .Charlie intentó consolarla, pero ella se zafó de sus brazos y abrazó a su hija.
Me levante muy despacio, acompasado al ritmo de la escena y me acerque al señor O´donell, que se había quedado inmóvil al pie de la escalera.
- No... –farfulló.
- Señor ¿En cuanto estaban valoradas las botellas?
- No…-murmuró.
- Señor O´donell- corté con brusquedad – ¡contésteme!
El hombre pareció reparar en mi presencia, me miró con su cara pálida y sudorosa. Parecía cansado, muy cansado, y sentí lastima.
- Señor O´donell- repetí, con voz más suave, pero no menos autoritaria.
- No tiene un precio -susurró – era solo un capricho, nada más.
- ¿Cuánto pujaste por ella?
- 50.000 libras- musitó.
Estaba entre el sueño y la inconsciencia, cuando el móvil vibró en mi bolsillo derecho.
-¿Si?- respondí
Escuché con atención, y memorizando la dirección, conduje lo más rápido que pude. Llegue antes de lo esperado a un barrio de casas ennegrecidas por la humedad.
Salí del coche con un portazo, y sin perder tiempo llegue hasta la puerta, ignorando el sonido de la madera vieja bajo mis pies.
La casa fría y hedionda invitaba a cualquier curioso a salir despavorido. Avancé con decisión hasta el grupo de policías que se amontonaban en el salón.
-¡Stuar!- una voz me reclamó
-¿Dónde está?
- Míralo tu mismo- gruño el policía
Mire a mí alrededor, y fije mis ojos en la figura de un hombre trajeado. Era gordo y sonrosado. Entre sus gruesos dedos apretaba una botella ámbar, con tanta fuerza que se le habían quedado blancos.
- El ladrón se la vendió y escapó- se apresuró a explicar el policía
Volví a fijar la vista en el Jerez.
La gloria, la elegancia, el valor y el orgullo habían sido embotellados…
… pero para mí, aquello, no era mas que la prueba sólida del egoísmo que había presenciado aquella tarde.

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