domingo, 29 de noviembre de 2009

Mensaje en una botella (versión 14)


La policía encontró el cuerpo tumbado en la bodega. No había marcas de violencia a primera vista. A escasos centímetros estaba un hueco donde, horas antes, descansaba una botella legendaria. Se trataba de un pastor alemán. – Pero ¿qué mierda es esta?- dijo el agente, al verlo, ¿qué pasa, qué ahora nos dedicamos a los animales?- y llamó a centralita
-Vamos a ver, nosotros tenemos un aviso de un robo con fuerza… no sabemos nada más.
Una semana antes, en esa misma bodega alguien preguntó: - ¿Vas a tardar mucho en morirte? Tengo un poco de prisa.
- Sí, ahora que lo dices; sí voy notando algo..- estas fueron sus últimas palabras.
El crimen perfecto se había perpetrado. Nunca lo imaginé así, con esas ridículas palabras, a pesar de tener a priori todos los elementos que intervendrían en mi obra de arte, controlados.
Soy asesino por vocación; accedí a este oficio de manera intelectual, el gran Thomas de Quincey y su maravillosa obra “Del Asesinato considerado como una de las bellas artes”, han sido mis guías. Desde edad temprana leo con avidez la sección de sucesos buscando aquella acción que me traslade por su belleza a un plano superior. Además de estas lecturas, y mi carrera cum laudem en química, he procurado una sólida formación en materias como medicina, criminología y psicología.... ciencias que me han permitido ahondar en el apasionante mundo de las pulsiones llevadas a su máximo exponente: la muerte de un ser humano (en los animales no estoy interesado, lo del perro fue un mero accidente).
Tras años de estudio, he alcanzado la madurez necesaria para acercarme a este arte desde su práctica. He cruzado la frontera. Y después de poner mis neuronas a funcionar, he hallado la solución o mejor dicho, el mayor placer para cualquier asesino que se precie: el crimen perfecto. No esos sujetos chapuceros que buscan notoriedad con sus malas actuaciones, carne de periódico y libros autobiográficos en los que buscan el perdón de la sociedad. Yo, en cambio, busco la gloria en el anonimato. Saber que mi acción delictiva nunca podrá ser penada pues en su ejecución no existen pruebas para mi culpabilidad.
Cierto es, que tardé años en dar con la solución a mi enigma, pero mis años como químico en la bodega fueron fundamentales, accedí a estudios de los monjes cistercienses.
Decidí que la victima no debía tener ninguna relación conmigo, obvio por otra parte, gracias a mi empatía no me costó ningún trabajo entablar contacto; el paso siguiente era conseguir que ingiriese una solución química (cuya composición no desvelaré, tengo un contrato blindado que me lo impide) con efectos vasodilatadores, que no deja huella en el organismo, consiguiendo que la victima luzca un semblante de aparente felicidad y... el toque final: de nuevo gracias a la química lo conseguía. Sosa cáustica en una bañera y por arte de birli birloque, gracias a un proceso tan antiguo como la saponificación conseguiría mi éxito. La masa uniforme en que se convertiría el cuerpo dificultaría enormemente su identificación y el análisis del mismo.
¿Cómo conseguir que alguien por su propio pie entre en una bañera?. Mi formula por su efecto vasodilatador, acompañado de un buen vino (siempre es garantía de éxito y más cuando se trata del *) en el corriente sanguíneo consigue aumentar la temperatura en el organismo, con el subsiguiente acaloramiento corporal, de modo que la victima desee fervientemente sumergirse en agua. Con el cuerpo en dicho elemento, se introduce en proporción de 4/5 partes del peso de la victima, sosa cáustica, dejándola macerar durante una semana, con una pizca de romero, (un capricho este último ingrediente y es que soy un sentimental).Resultado: Jabón hipoalergénico, con aroma de romero. Llámenme genio.

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